A veces cuando la seguía, me sentía como un sicópata. Luego pensaba que aquello era normal.
Llevaba unas cuantas copas encima, y estaba decidido a hablarle. No sabía si lo lograría, pero la ocasión era ideal, ya que el alcohol me envalentonaba.
Sin pensarlo más, avancé unos metros y lancé mi mejor escupo. Al ver aquel brebaje espeso, cayendo por su rostro, sentí asco y repulsión.
Ella nunca supo quién cometió tan salvaje acto. Y hoy cuando la veo, sólo siento nostalgia por los días que pasamos juntos.
martes, agosto 21, 2007
Anonimato
Suscribirse a:
Entradas (Atom)